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¿A quién no le chifla el ajillo? Esta popular elaboración lleva cientos de años entre nosotros, concretamente desde tiempos criollos, y fue en México, donde gracias a sus guindillas, alcanzó la dimensión actual. Muchas elaboraciones tÃpicas de nuestro paÃs llevan como base un ajillo, que no es más que una mezcla de ajo finamente picado, aceite, perejil y ocasionalmente guindilla u otro tipo picante.
En principio se vislumbra como un plato muy sencillo, y de hecho lo es, pero en nuestro afán por perfeccionarnos en la cocina, podemos elevar este platillo a otro nivel, haciéndolo más sustancioso y completo, pero no mucho más complejo. Es hora de encender los fogones para preparar este maravilloso pollo al ajillo con cerveza; una receta rica, sana y económica que gustará a toda la familia.
Lo primero es pensar en nuestro caldo. Esta será la base de nuestro guiso, aquella que determinará en buena medida la redondez del plato. Idealmente, antes que emplear un caldo de supermercado, lo elaboraremos nosotros.
Para ello pediremos al carnicero tres carcasas de pollo ecológico. En una olla con fondo agregaremos un chorrito de AOVE, y doraremos por ambos lados las carcasas, dejando que queden bien marcadas.
A continuación las sacaremos del fuego y añadiremos el puerro, el nabo y la zanahoria, picado en bruto. Rehogaremos también hasta que consigamos un color dorado. Apartaremos del fuego junto a las carcasas, y flambearemos el fondo de la olla, para ello, opcionalmente, emplearemos un chorrito de brandy, y le daremos llama directa para que los alcoholes se evaporen y asà todo los jugos asolados en el fondo se diluyan, formando parte de nuestro exquisito caldo.
Rápidamente agregaremos de nuevo las carcasas y hortalizas, y las cubriremos con agua mineral, añadiendo también una ramillete de apio. Taparemos la olla, pondremos la válvula, y seguiremos las instrucciones en cuanto a caldos que nos proporcione el fabricante, que en caso de las super rápidas será de 20 min o 25 min, y en caso de las tradicionales al menos el doble de tiempo.
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Mientras se cocina el caldo vamos a ponernos manos a la obra con el pollo. En una parisién o sartén amplia agregaremos un generoso chorro de AOVE, que calentaremos a fuego medio, una vez alcance la temperatura deseada, volcaremos el pollo troceado, que previamente habremos salpimentado. La idea es que quede muy dorado, que cree una costra perfecta y crujiente.
Sacamos el pollo de la sartén, y en el mismo aceite, cocinaremos el ajo. Este punto es crÃtico, dado que el ajo, por su propia naturaleza, pasa de estar perfectamente cocinado a quemarse, todo en un santiamén, por eso debemos controlar bien este proceso. Media cabeza de ajos se pelará y picará muy finamente, y la otra media simplemente se pelará, y se chafará el diente con un revés de cuchillo.
Con el fuego medio, agregamos primero los ajos chafados, y no pararemos de remover hasta que doren bien. Por último agregaremos el ajo finamente picado, y retiraremos la sartén del fuego velozmente. Sacaremos los ajos y lo mezclaremos con el pollo.
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Quitaremos el aceite sobrante de la sartén, y dentro meteremos la mezcla de ajo y pollo, que remataremos con un par de guindillas. A continuación, con fuego vivo, o sea, al máximo, añadiremos una cerveza de nuestra elección, siendo ideal para esta elaboración una cerveza negra.
Dejaremos que evapore la cerveza casi totalmente, y a continuación colaremos el caldo que estábamos preparando sobre nuestro pollo, y dejaremos cocinar hasta que obtener una salsa con cuerpo, brillante y untuosa. Es posible que esta salsa, para algunos paladares, peque de cierto amargor, pudiéndolo corregir añadiendo una cucharadita de azúcar.
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Para finalizar el plato, justo antes de sacarlo del fuego, picaremos finamente un ramillete de perejil, y lo mezclaremos bien en nuestro guiso. Como tantos otros guisos, en este caso, también gana enteros cuando pasan horas o dÃas de por medio, llegando a concentrar más los sabores y volviéndose más sabroso.
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